El dolor lumbar y el dolor de cabeza son dos de los problemas más comunes que enfrentamos. Sin embargo, cuando se trata de dolor lumbar, la relación entre el daño en el disco o el sistema nervioso y la intensidad del dolor percibida por el paciente es sorprendentemente baja. Investigaciones muestran que muchos de nosotros tenemos protusiones discales o nervios comprimidos que parecen graves en los exámenes, pero no hemos experimentado ningún síntoma.
Esto, aunque puede parecer inquietante, debería tranquilizarnos. Los cambios en los tejidos son a menudo parte normal del envejecimiento y no siempre causan dolor ni deben impedir llevar una vida activa. Por ejemplo, las radiografías de personas mayores pueden mostrar alteraciones descritas como artrósicas o degenerativas, pero muchas de estas personas siguen funcionando perfectamente. La ausencia de dolor indica que el cerebro no interpreta estos cambios como una amenaza.
Además, hay casos donde se soportan fuerzas extremas sin dolor, como un jugador de fútbol cubierto por sus compañeros después de marcar un gol importante, soportando un peso de casi una tonelada, y aun así se levanta sonriendo y continúa jugando. De manera similar, surfistas que han sufrido amputaciones debido a ataques de tiburones refieren que, en el momento del ataque, solo sintieron un golpe. Estos ejemplos destacan cómo el dolor no siempre corresponde a la magnitud del daño físico.
En contraste, lesiones menores pueden llevar a una vida con dolor crónico en otras circunstancias. Esto demuestra que la percepción del dolor es compleja y no siempre refleja la severidad de la lesión física.
Conclusiones
El dolor lumbar no siempre refleja la gravedad del daño físico y no necesariamente debe limitar nuestra capacidad para vivir una vida plena y activa. Es importante comprender que muchos cambios en nuestros cuerpos son normales y no tienen por qué causarnos dolor o impedirnos disfrutar de nuestras actividades diarias.